martes, 19 de julio de 2011

Entre la rebelión del Mundo Árabe y la “normalización” de América Latina

Las masas árabes giran a la izquierda... y los gobiernos latinoamericanos giran a la derecha


Desde diciembre de 2010 se observa un claro giro en la situación socio-política mundial: el proceso de la lucha de clases en el marco de la crisis capitalista pegó un salto en calidad. Este hecho se constata en dos fenómenos políticos opuestos que se dan de forma simultanea: la gigantesca rebelión de masas que recorre el norte de África y Medio Oriente y el giro a la derecha de los gobiernos latinoamericanos “progresistas” (Chávez, Evo, Correa).

La rebelión de masas del mundo árabe es un hecho histórico-mundial e implica el ingreso de millones de trabajadores a la lucha de clases, abriendo un nuevo período de ascenso de masas y cambios políticos en la región.

El segundo proceso es de signo de opuesto y ha comenzado a abrir una grieta hacia la izquierda entre un sector de la vanguardia política latinoamericana.

A pesar de sus diferencias, se tocan en un punto y se retroalimentan, como dos polos de signo opuesto. Así, mientras las masas libias se levantan contra el dictador Gadafi, desde el otro lado del mundo, Hugo Chávez sale a defenderlo, señalando que Libia es una República Socialista (¿). Por abajo, desde los trabajadores el giro es hacia la izquierda.... pero desde arriba, desde las alturas del Estado, el giro es hacia la derecha.

Crisis capitalista, lucha de clases e intervención imperialista

Estos dos acontecimientos tienen una explicación en la materialidad de la economía capitalista mundial. Y es que se viene percibiendo un creciente aumento de los precios de las materias primas, con la consiguiente inflación generalizada en los alimentos y bienes de consumo popular. En el mundo árabe el deterioro de la condiciones de vida desató la bronca de millones, provocando un importante salto en la lucha obrera. Entre otro aspectos, se percibe que los trabajadores y el movimiento de masas han comenzado a forjar sus propias organizaciones sociales y políticas, dándose un rico debate sobre los caminos que tendrán que recorren hasta la satisfacción de sus necesidades. Son hechos que no se veían hace décadas. Por poner un ejemplo, la semana pasada fue legalizado el Partido Comunista en Egipto luego de.... 90 años de estar en la clandestinidad!.

Otro hecho a tomar nota es el intento del imperialismo norteamericano de pasar a la ofensiva sobre las -ahora- dos regiones díscolas del mundo (América Latina y el Mundo Árabe). En el continente hispánico ya lo vimos en 2009 con el golpe de Estado de Honduras y el desplazamiento marítimo de la IV Flota sobre las costas centroamericanas. Por medio de estas intervenciones busca el imperialismo volver a “reinar” sobre lo que históricamente fue su “patio trasero”... pero que en los últimos años sufrió un retroceso en su hegemonía producto de las rebeliones populares1.

En la otra región ahora díscola, el imperialismo encontró una vía para la intervención militar a partir de la “excusa” de que el dictador Gadafi estaba masacrando al pueblo (cosa muy cierta!). Así, pudo hacer pie para buscar desmontar la rebelión popular Libia, provocando dos hechos que implican un retroceso en el proceso. Por un lado ha coptado al sector más importante que dirige la rebelión, dándole legitimidad a la intervención. Por otro, y a consecuencia de esto, bloqueó, al menos por el momento, la posibilidad de que la guerra civil desatada pueda tener una salida política independiente de las masas libias en lucha. Con esta política el imperialismo y sus lacayos de Europa buscan recuperar terreno en una región que no volverá a ser la misma. Para los revolucionarios está claro que ni que los yanquis ni los dictadores “nacionalistas” son opciones para los trabajadores y sólo su organización y lucha pueden dar solución a sus demandas.2

Un capítulo aparte merecen las importantes luchas que se vienen llevando a cabo en Europa contra los feroces ajustes capitalistas. Luego de un desfile de huelgas generales a lo largo y ancho del continente durante 2008-2010 que no llegaron a transformarse en abierta rebelión contra sus gobiernos, presenciamos en la actualidad un “amesetamiento” en la lucha de clases. Sin embargo, por abajo se da un proceso molecular de organización y lucha independiente que está tranzando las coordenadas para el despertar de un nuevo ciclo político. La crisis económica y los ajustes en Grecia, Portugal, Irlanda y España pueden de momento a otro encontrar respuesta por abajo y poner a esa nueva clase obrera joven al frente de la resistencia popular.3

Sobre el giro a la derecha de los gobiernas “progresistas” de América Latina

Los gobiernos de Chávez, Evo, Correa y los Kirchner, a pesar de sus importantes diferencias, tienen un signo político común: fueron la respuesta más “de izquierda” del régimen burgués ante el ascenso de masas que implicaron las rebeliones populares en sus respectivos países. Su tarea histórica fue clara: normalizar sus sociedades por medio de la contención política de las masas insurrectas. En mayor o menor medida lo fueron logrando. Sin embargo, las patronales no contentas con la tarea realizada, desataron ofensivas derechistas pidiendo volver a la antigua gobernabilidad burguesa, más normal y estable, que disminuya el nivel de conflicto social y complete la “absorción” de las rebeliones mediante la represión de las luchas.

En un principio, parecía que para que este giro político tenga lugar era necesario un recambio en el personal político que esta al frente de estos Estados. Por ejemplo, que en Venezuela gobiernen los Carmona y los escuálidos... en Argentina los Macri y la oposición sojera. Pero en su lugar, de forma muy mediatizada, están siendo los propios gobiernos “progresistas” los que han tomando las tareas que la derecha estaba pidiendo realizar. En un sentido, esta salida puede ser muy eficaz para las patronales, puesto que es un personal político prestigiado ante las masas el que está haciendo el “trabajo sucio”. Veamos, mediante dos hechos ejemplares, de qué estamos hablando.

En diciembre pasado, Evo Morales decretó un ajuste brutal del precio de los combustibles, generando un aumento de los alimentos y bienes de consumo popular. Un verdadero ataque a la clase obrera y el pueblo pobre. La respuesta popular fue inmediata. Se desencadenó una incipiente rebelión obrera que terminó haciendo que el gobierno tuviera que anular el decreto. Desde entonces y ante la vista sorpresiva de importantes sectores populares, se produjo un quiebre en la confianza en quien hasta ayer era “su” gobierno. Las cosas en Bolivia ya no son las mismas, puesto que hay una amplia discusión sobre si Evo está o no con el “proceso de cambio”.

Otro hecho de igual signo pero que ha tomado alcance político internacional por su propio contenido es la capitulación en regla de Hugo Chávez al entregar a las garras del imperialismo al periodista y militante de izquierda Joaquín Pérez Becerra. Meses atrás Chávez selló un pacto con los gobiernos fascistas de Santos (Colombia) y Pepe Lobo (Honduras) para colaborar contra el “terrorismo”, lo que implica lisa y llanamente... la persecución de disidentes políticos de las dictaduras militares que de hecho imperan en Colombia y Honduras. Aunque este hecho no ocasionó una reacción de conjunto entre las bases populares, sí repercutió entre las organizaciones que apoyan desde la izquierda el proyecto bolivariano.

La apreciación de estos giros políticos viene siendo leída de distintas maneras por las diferentes corrientes políticas. De un lado se encuentran las organizaciones que apoyan a estos gobiernos (en especial a Evo y Chávez), apostando a que lleven adelante el socialismo. Su mirada, por ejemplo, sobre el apoyo de Chávez a Gadafi y la extradición de Becerra, viene siendo señalar que “se equivocó”, que cometió un “error desafortunado”, y terminan justificando, en menor o mayor medida, las “razones de Estado” que habría detrás de estas decisiones.

Por otro lado, se encuentran las organizaciones políticas socialistas que viene planteando que estos gobiernos son, en lo esencial, de naturaleza burguesa, es decir, proyectos políticos capitalistas que satisfacen algunas demandas populares... pero con el objetivo de preservar sus reclamos dentro del régimen del trabajo asalariado. Un rasgo histórico de este tipo de gobiernos es que “empiezan por izquierda” (subproducto de un ascenso de masas), y “terminan por derecha”, buscando apagar las brazas aún prendidas de las pasadas rebeliones populares. Bajo esta caracterización general, estos “giros a la derecha” no se nos aparecen como maniobras tácticas, errores o concesiones parciales al imperialismo; sino como parte de su lógica política en un determinado momento de la lucha de clases. En este sentido, no puede descartarse que este giro a la derecha como tendencia general no venga acompañado de reacomodos “a la izquierda”, en un movimiento de zig-zag permanente. Pero cada una de estass acciones se comprenden dentro la racionalidad de este tipo de gobiernos y no como algo irracional producto de un desvío ocasional.

Para avanzar en lecciones estratégicas

Aunque ejemplos históricos sobran para sacar lecciones estratégicas para los revolucionarios, es importante reflexionar sobre este “giro”, a fin de obtener conclusiones políticas positivas. Esto es, determinadas enseñanzas que permitan que quienes creyeron honestamente que estas experiencias “progresistas” llevarían a una profunda transformación social, no caigan en la desilusión completa ni reduzcan el problema a sólo equivocaciones de los dirigentes de estos procesos.

Para empezar a re-pensar la estrategia en un sentido revolucionario y socialista sugiero avanzar, al menos, en el debate sobre las siguientes cuestiones:

  1. El sujeto de la revolución socialista.

  2. El poder del estado y el poder de los trabajadores.

  3. El método de la revolución: la insurrección de masas.

  4. La transición al socialismo y sus garantías.

El sujeto de la revolución socialista

La cuestión del sujeto de la revolución es tan antigua como la explotación capitalista. Para el socialismo revolucionario, bajo el régimen social del capitalismo, son los trabajadores quienes poseen la capacidad objetiva y subjetiva de terminar con las relaciones sociales de explotación. La clase trabajadora es quién puede destruir la relación de poder que la somete y desarrollar nuevas relaciones sociales basadas en la cooperación de los productores libres.

Esta tarea político-económica –el impulso de relaciones sociales socialistas- no puede hacerla cualquier sujeto social. No es indiferente a la estrategia revolucionaria quién tiene que hacer la revolución4. Ni el sujeto “pueblo” –típico del nacionalismo, ni los sujetos “amplios y múltiples –del autonomismo-, pueden dar cauce a una verdadera lucha anticapitalista y mucho menos aún de carácter socialista.


El poder del estado y el poder de los trabajadores

Otro de los grandes debates entre revolucionarios ha sido y es hoy qué hacer con el poder del Estado. En general, entre el reformismo circula la idea de que hay que “copar” el aparato estatal y desde ahí –desde arriba-, impulsar un proceso de construcción de “poder popular”. Así, “paso a paso”, el Estado iría perdiendo su carácter capitalista para pasar a ser un Estado socialista, basado en una “democracia popular”.

El marxismo, a diferencia de esta estrategia, considera que al Estado burgués primero hay que destruirlo. Una vez que el ejército fue derrotado, poner en pie otro tipo de Estado, basado en los organismos de autodeterminación de la clase trabajadora: un estado obrero. Es recién ahí donde puede comenzar un de transformación social que abra las puertas hacia una sociedad sin explotación ni opresión.


El método de la revolución: la insurrección de masas

La cuestión de la conquista del poder nos lleva a un debate previo desde el punto de vista de las acciones políticas: ¿de qué manera llegar a tener el poder?. Las respuestas han sido múltiples. Pero la más en boga al interior de la corrientes que han apoyado los gobiernos “progresistas” puede resumirse así: durante una primera etapa se trataría de construir un poder “desde abajo”, luego, en una segunda, llegar al poder “desde arriba”, es decir, al Estado, través de la contienda electoral... en una tercera.. seguir “construyendo poder popular” hacia el socialismo.

Ahora bien, la estrategia que asimilamos de la tradición de Marx, Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo y que permanece en sus rasgos esenciales completamente actual, es la de la movilización revolucionaria de las masas trabajadoras. Como señalaba Lenin, el momento más alto de esta movilización es cuando los trabajadores necesitan armarse militarmente y derrotar en ese terreno al ejército del Estado burgués.

Al contrario, el método de las elecciones para llegar al poder sólo se queda en la conquista formal del Estado, no en el posesión del poder real, esto es, las palancas fundamentales de la economía y el poder militar. Para poder emprender una transformación de la sociedad es preciso que los trabajadores se apropien del poder económico y militar y esta tarea sólo es posible hacerla por la imposición de la fuerza organizada de clase obrera, no a través de reformas parlamentarias o leyes que jamás acatará la patronal.

La transición al socialismo y sus garantías

Finalmente llegamos a uno de los problemas menos debatidos de los últimos años: la transición al socialismo. Este tema fue central en los primeros años de las revoluciones Rusa, China y Cubana, y vuelve a plantearse como necesario a la luz de dos procesos completamente distintos.

Por un lado, constatamos la incapacidad objetiva de los gobiernos “progresistas” de emprender una real transición que supere el capitalismo y construya al socialismo. Venezuela y Bolivia son ejemplos categóricos de esto: apenas se ha hecho alguna que otra reforma a sus economías capitalistas. No hay nada en esos regímenes que se parezca a “algo transitorio” entre el capitalismo y el socialismo.

De una significación histórica mucho mayor tenemos el caso de Cuba. La sociedad cubana tiene una economía donde fue expropiada a la burguesía pero donde los trabajadores no tomaron el poder, y en su lugar lo hizo un movimiento socio-político ajeno a la clase obrera. Este grupo se posicionó y consolidó como un nuevo sector o capa social dominante. Para algunas corrientes políticas, que tomaron de forma dogmática, esquemática y a-histórica la categoría que Trotsky aplicó a las primeras década de la Revolución Rusa, la revolución cubana dio a luz un “estado obrero deformado burocráticamente”. Sin embargo, las últimas reformas económicas impulsadas por el Partido Comunista de Cuba que buscan restaurar el capitalismo, muestran que al mando del Estado no hay un solo rastro obrero. Al contrario, el único sector que controla y administra los medios producción y la tierra, aunque sean propiedad estatal, es una burocracia que parece defender más sus privilegios que mantener las conquistas de la revolución.5

Desde el punto de vista del socialismo revolucionario sostenemos que la única garantía para la transición al socialismo es una verdadera democracia obrera. Esto es, una sociedad en donde los resortes económicos centrales estén bajo control y administración de los trabajadores a través de sus propios organismos de poder –soviets, juntas, cordones industriales, coordinadoras interfabriles-. Un tipo de democracia donde sea posible el más amplio debate político y la participación de los partidos políticos revolucionarios.

Ni en Venezuela -donde la burguesía tiene el poder económico- ni en Cuba -donde PC tiene el poder económico- existen las premisas socio-políticas para poder decir que son sociedades de transición al socialismo. Por eso, en ambos países es necesaria una revolución obrera que tire por la borda el sistema económico imperante y abra en el Siglo XXI nuevamente la esperanza del socialismo como alternativa para la humanidad.

El debate está abierto

A modo de cierre es importante señalar que la discusión de los balances políticos es fundamental hacerla ampliamente entre quienes luchamos por abolir el capitalismo. El crecimiento de la conciencia política de clase de los trabajadores depende en gran medida de que su vanguardia procese y reflexione sobre los acontecimientos mundiales que están aconteciendo. Analizar concretamente los hechos que están sucediendo, profundizar en la formación política del marxismo revolucionario y organizarse en un partido socialista son las tareas del momento del activismo anti-capitalista mundial.

Enrico Simonetti

12 de mayo de 2011

1 Nos referimos a las rebeliones de Venezuela (1989), Ecuador (2000), Argentina (2001) y Bolivia (2002), como expresión más avanzada de una corriente de descontento general que cuestiona la gestión del capitalismo en su fase neoliberal y abiertamente anti-obrera.

2 Para un análisis mas detallado de la rebelión del mundo árabe recomendamos el artículo publicado en la Revista Internacional de Teoría y Política de la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie, Numero 25, febrero de 2011, intitulado “Entre la rebelión y la revolución”. Y también pueden seguirse los análisis en el sitio web www.socialismo-o-barbarie.org.

3 En China también está dándose un proceso molecular de organización de la clase.

4 El mito posmoderno y liberal de la “muerte de la clase obrera” ya no puede ocultar un proceso que crece a cada paso: una recomposición político-sindical de los trabajadores que recorre desde los sectores más precarizados hasta el corazón del proletariado industrial.

5 El último número de la Revista Socialismo o Barbarie está dedicada casi íntegramente al debate sobre la Cuba y los problemas de la transición socialista. Puede descargarse la nota completa en internet.

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