miércoles, 31 de diciembre de 2008

La crisis capitalista como factor revolucionario

La situación política mundial abierta por el estallido de la crisis capitalista requiere de un nuevo análisis de las relaciones de fuerza entre las clases sociales, los Estados nacionales, el rol de los distintos imperialismos, la identificación de los eslabones débiles de la economía mundial, el epicentro de la lucha de clases, su vanguardia revolucionaria y su polo de reacción a escala global. Todo, en el conjunto de las relaciones sociales, está tenido por la dinámica de la crisis. A partir de ahora todos los fenómenos políticos se vuelven expresión de los coletazos de la crisis. La composición de fuerzas tanto dentro de los Estados con en la arena política internacional están sufriendo drásticas modificaciones. Todo el equilibrio económico, social y político que el capitalismo internacional había logrado tener desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y en especial desde caída del Muro de Berlín y la penetración imperialista en China y Rusia se encuentra en cuestión desde su misma base.

Este movimiento acelerado no se expresa directamente en la conciencia de las masas sino de forma atrasada, es decir, desde que la crisis pasa de ser un fenómeno objetivo a uno de carácter subjetivo, enraizado en la conciencia y pensar de la población mundial hay un trecho que tienen distintos tiempos. Es que la conciencia emerge y es expresión –más o menos realista- de los procesos sociales en los que los hombres están inmersos; pero al mismo tiempo la toma de conciencia del proceso del cual es parte es la condición para que el hombre se transforme en factor activo, determinante de ese proceso, y pueda darle un rumbo propio.

Así, en la dialéctica de la dinámica de la crisis se irá conjugando un movimiento de reacción popular de carácter mundial de forma desigual, con variadas intensidades, con expresiones masivas o de vanguardia, etc. Pero lo más importante a destacar en esta coyuntura es que la crisis está actuando como un verdadero factor revolucionario. Que actúa de esta manera no significa, por supuesto, que el empeoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora acrecentará su conciencia de la miseria que depara el capitalismo. No, de hecho, la entrada en un período de depresión económica hará mucho más duras las luchas de la clase obrera mundial, poniéndose en un plano defensivo en lo que hace a sus condiciones económicas. Sin embargo, el carácter revolucionario de la crisis no está en el plano económico –donde se presenta en su carácter más reaccionario- sino en el plano político, en la esfera de la conciencia social, en la ideología. Este fenómeno, que se presenta como una paradoja histórica, no es más que el propio movimiento dialéctico del capitalismo que, al mismo tiempo que acrecienta su decadencia histórica –por la recurrencia cada vez más catastrófica a las crisis-, aumenta –por eso mismo- su desprestigio ante las grandes masas del mundo.

En las últimas décadas el capitalismo se ha transformado en el sistema social que rige los destinos de la humanidad en casi su totalidad. La crisis actual, sin embargo, lo ha puesto en un período defensivo a nivel político e ideológico. La clase obrera, por otro lado, encuentra esta situación de una manera peculiar: al mismo tiempo en que tiene ponerse en lucha para frenar los ataques del capital, se encuentra en las mejores condiciones históricas de los últimos 30 años para emprender una ofensiva ideológica contra el sistema, y en estas ofensiva encuentra el suelo para construir su alternativa histórica superadora: el socialismo.


¿De qué manera se presenta la crisis como factor revolucionario en la lucha de clases?

El crash financiero tuvo lugar hace apenas 3 meses, conmocionando la conciencia de la población mundial. A partir de entonces el problema de la crisis ha pasado a un primer plano en los medios de comunicación de masas. Pero no se ha quedado como mera noticia a ser leída en los diarios o en el noticiero de la televisión: la crisis ha empezado a ser parte del lenguaje cotidiano de la clase obrera que, a diferencia de lo que discute la burguesía, para ella el otro concepto que viene asociado es el de los despidos. Mientras la burguesía discute si la crisis engendrará una recesión prolongada o directamente una depresión económica a escala global, los trabajadores se preguntan por su magnitud pero desde la perspectiva opuesta: por las posibilidades futuras de poder continuar con la venta de su fuerza de trabajo. Así, en los distintos establecimientos laborales a lo largo y ancho del mundo millones de trabajadores comienzan a sacar la siguiente conclusión: que los patrones buscan que la crisis sea descargada sobre sus hombros con suspensiones, despidos, rebajas salariales, e inclusive cerrando sus empresas. Sobre esta conclusión certera es que ha empezado a producirse una rebelión molecular a escala planetaria de movilizaciones, huelgas, ocupaciones de planta, piquetes, enfrentamientos con el aparato represivo, etc. La rebelión social en Grecia es la expresión y anticipo de los coletazos de la crisis sobre la lucha de clases.

Así, este intento de las patronales de hacer pagar los costos de la crisis a los trabajadores se vuelve un boomerang, haciéndole un agujero a la hegemonía que posee la burguesía para ejercer su dictadura dentro de la fábrica. Por esta razón, la crisis capitalista actúa como catalizador de una tendencia anti-capitalista en la subjetivad de las clase trabajadora mundial. Esta tendencia mantiene algo de similar con la tendencia anti-neoliberal que viene desarrollándose en América Latina y en menor grado en los países imperialistas europeos y Estados Unidos, y es que ante las grandes masas la crisis tiene sus raíces en el daño que ha hecho el capital financiero a la economía real, al capital productivo. A partir de este diagnóstico se saca la conclusión de que lo que hay que hacer es “regular” el capital financiero en beneficio del capital productivo, o directamente, una visión “desarrollista radical” plantearía eliminar a las finanzas como medio de acumulación de capital. En este punto, entonces, la crítica al capitalismo se mantiene unilateral y sólo se aplica, a nivel de las grandes masas, a una fracción, la financiera. Ahora bien, al entrar en un período de contracción económica, es decir, de destrucción de fuerzas productivas, como ya lo venimos constatando, se generalizará la hacia las ramas productivas de la economía y la crítica irá tomando cuerpo hacia el corazón del sistema: la gran industria.

El re-surgir de una tendencia anti-capitalista en el seno de la clase trabajadora es, sin dudas, el fenómeno subjetivo central que ya muestra la dinámica de la crisis. Y la burguesía ya ha comenzado, hace al menos 1 década, a organizarse para no sólo reprimir esta tendencia por medio del aparato Estatal armado, sino por medio de un conjunto elementos de carácter económico –referidos a las formas que se da la burguesía para mantener la fuerza de trabajo en condiciones para su reproducción- y otras de carácter superestructural –como el derecho, la ideología, la enseñanza-.

Este movimiento contradictorio de radicalización de la vanguardia de la clase trabajadora y de su contraparte en la burguesía tiene un punto de inflexión con la aceleración de la crisis a partir de septiembre de 2008. A partir de ahora todos los elementos que se encontraban procesándose lentamente en el período anterior se agudizarán, aceleraran su desarrollo. El continuo desarrollo de estos elementos lo hará crecer en cantidad y combinarse con otros produciendo nuevos elementos, superiores, cualitativamente distintos a los anteriores. Así también, otros elementos tenderán a desaparecer.

En lo que hace al ritmo de la dinámica de clases, la crisis actúa como acelerador de la agudización de la lucha entre éstas. Este ritmo es distinto al que tenía esta dinámica de agudización o polarización de clase en el período anterior, con su inicio a fines de los 90´. El crecimiento de la polarización dejada de ser gradual, aritmético, para entrar en uno de ascenso geométrico, puesto que cada movimiento en el cual cantidades de fuerzas productivas son destruidas por la propia dinámica de la crisis acrecienta la posibilidades inmediatas de la destrucción de otras cantidades, no encontrando un espacio de acumulación –estatal, continental- que pueda servir de compensación y equilibrio, que absorba capitales y no los destruya.

Si tuviéramos que graficar el movimiento del desarrollo de la producción y la destrucción de capital tendremos que pensar en una curva que asciende gradualmente hasta un punto en el cual se acelera por poco tiempo y de golpe empieza a bajar a una velocidad varias veces mayor con la cual subió todo el período anterior. En esta curva de descenso acelerado es en donde nos encontramos en estos momentos en todo el planeta. Así habiendo pasado ya por el estallido de la crisis ahora estamos transitando la implosión del capitalismo, puesto que esta curva hacia abajo, en pendiente semi-vertical, no es más que un proceso a escala global de destrucción masiva de fuerzas productivas.


¿De qué manera repercute esta implosión en las relaciones sociales?

Como venimos señalando, la crisis se ha transformado en una implosión del capitalismo. Este fenómeno está trastocando el conjunto de las relaciones sociales. La relación social fundamental de la sociedad capitalista es la que existe entre el capital y el trabajo, entre la burguesía y la clase obrera mundial. Esta implosión, entonces, se traducirá en un quiebre masivo de este tipo de relación. Este quiebre está comandado por la burguesía y se expresa en los cientos de miles de despidos en todas partes del mundo. Como podemos ver, de forma desigual, los trabajadores ya han empezado a responder a este fenómeno de distintas formas. Así, constatamos en la nueva época que se abre un ascenso de la lucha obrera en general, y dentro de este ascenso la posibilidad de revoluciones sociales.

En segundo lugar esta implosión ya está impactando en la relación entre los distintos Estados. Es decir, aumentarán todos las contradicciones existentes a nivel diplomático, comercial, político, militar entre los distintos Estados en general, entre los Estados imperialistas y entre los Estados imperialistas y los Estado semi-coloniales en particular. La guerra genocida sobre el pueblo de Gaza encabezada por el Estado de Israel y el imperialismo norteamericano son la antesala de mayores enfrentamientos entre los distintos brazos armados de los Estados capitalistas. Una crisis de semejante magnitud traerá de forma inevitable, bajo el régimen capitalista mundial, guerras como las que azotaron el mundo en el Siglo XX, o aún peores, teniendo en cuenta el grado de militarización mucho más elevado de los principales países capitalistas del mundo.

La única forma en que los trabajadoras podrán evitar que la crisis sea descargada sobre sus hombros por medio del hambre y nuevas guerras, será valiéndose de su fuerza para avanzar en el derrocamiento del sistema capitalista que conduce inevitablemente a crisis sociales brutales. Así, en este mismo movimiento revolucionario sentar las bases de una nueva sociedad sin clases, la sociedad socialista mundial.

domingo, 30 de noviembre de 2008

A 35 años: Las Coordinadoras Interfabriles de los 70´

Durante el mes de junio y julio del año 1975 la clase obrera argentina realizó su primera huelga general a un gobierno peronista. Luego de la muerte de Perón y en medio de la crisis del gobierno de Isabel Perón, los trabajadores organizados en las Coordinadoras Interfabriles protagonizaron un proceso de movilización que culminó en una huelga general de los principales centros obreros del país en los días 7 y 8 de julio. Estas Coordinadoras estaban organizadas por zonas y funcionaban en base a las asambleas de fábrica, por medio de las comisiones internas, cuerpos de delegados y sindicatos combativos. Su ejemplo de autoorganización obrera de base es fundamental para la actualidad, mostrando un camino alternativo a la crisis del sistema capitalista: el de la revolución obrera y socialista.

A continuación realizamos una compilación de distintas investigaciones históricas sobre el proceso de movilización de las Coordinadoras Interfabriles y el debate sobre el doble poder que incubaba esta gran experiencia de organización y lucha obrera.


Lucha del movimiento obrero y crisis de la alianza peronista

Huelga general con movilización de masas. (Junio - Julio 1975)


Las coordinadoras inter-fabriles de Capital Federal y Gran Buenos Aires 1975 - 1976

Sobre el caso Villa Constitución (1975)

La huelga de Villa Constitución

Coordinadora de Gremios en Lucha del 75´ (entrevista a Eduardo Lucita)

Insurgencia Obrera en la Argentina 1969 - 1975 (IPS)


viernes, 24 de octubre de 2008

Comienza la rebelión ante la crisis capitalista mundial

La recurrencia del sistema a la crisis

La actual crisis económica no se trata del “fin del neoliberalismo” sino de la primera crisis del capitalismo a escala planetaria, comprendiendo en su estallido a Estados Unidos como epicemtro y afectando la economía de todos los paísies del mundo.. La crisis en curso no se reduce a una crisis de un modelo de capitalismo, caracterizado por la predominancia del capital financiero, sino a una crisis recurrente al modo de producción capitalista, caracterizada por la superproducción de capital más allá de su capacidad de apropiación.

Sus fuerzas productivas, cíclicamente, se desarrollan en mayor cantidad que la que soportan las relaciones de producción en las cuales se asientan. Esta contradicción imposible de conciliar está dada por el hecho fundamental de que el beneficio de una clase –la burguesa- se realiza sólo en base al aumento de la explotación de otra clase –la trabajadora-, la que es numerosa y lo suficientemente poderosa para derrumbar el conjunto del sistema social y construir uno nuevo. Esta posibilidad histórica es la que se encuentra en potencia en el estallido de cada contradicción irreconciliable del sistema social: la lucha entre las clases es la base de todo el sistema capitalista y su carácter es irreconciliable.

La forma del proceso productivo, anárquica, esta guiada por la competencia capitalista individual, y no por una lógica de planificación racional del desarrollo de las fuerzas productivas, lo que impide estructuralmente a la burguesía y su Estado evitar la recurrencia de las crisis, y pasar a través de ella dando continuos manotazos de ahogados, como los monumentales rescates a Bolsas del mundo, que día tras día vienen sin dar resultados para contener el desangre financiero, y lo que ya es una realidad: una recesión de la economía mundial.


Sarkozy y la “solución” a la crisis mundial del capitalismo

16 de octubre de 2008. La Unión Europea aprobó ampliar a los 27 Estados miembros el plan de rescate bancario pactado en París al tiempo que llamó a la realización de una cumbre mundial antes de finales de año. Esa cumbre, anhelada por el presidente francés, Nicolas Sarkozy, tiene como meta una profunda reforma del sistema financiero internacional.

Su propuesta general es crear una “célula de crisis financiera”, lo que sería una formalización de un recurso en curso: un fondo de capitales especialmente diseñando para la compra masiva de capitales devaluados y un mayor control de las transacciones financieras. Con esto Sarkozy pretende dotar al capitalismo de un antídoto ante las crisis, intentando de pilotearlas, de manera que tengan un impacto menor. ¿Es posible esto? Los últimos hechos de inyección de capital por parte de los estados capitalistas centrales muestra que es la forma concreta que se da la burguesía para contener la crisis, pero al mismo tiempo se muestra limitada por el carácter estructural de la crisis, justo cuando ha entrado en su momento de aceleración y en momentos previos a un crack financiero de alcance planetario, lo que pondría a la economía mundial en una gran depresión prolongada. Sin dudas, por más controles o cantidades fabulosas de capital para salvar la economía, el sistema seguirá entrando en crisis de forma recurrente.

Estamos presenciando los comienzos de una nueva época en el desarrollo del modo de producción capitalista, una época en la que muestra su capacidad de desarrollarse hasta el punto de llegar a abarcar a la casi totalidad de la población mundial, extendiéndose sobre casi toda la superficie del planeta; pero al mismo tiempo muestra su absoluta incapacidad para desarrollar plenamente sus fuerzas productivas, tendiendo a su descomposición como sistema social. Históricamente, la única “solución” realista para terminar con las crisis capitalistas es derrocando al mismo sistema; cualquier solución a la crisis dentro del sistema es, a esta altura, un completo disparate.


Polarización social y política creciente

Los cimbronazos que la crisis económica da sobre el movimiento de las clases sociales son monumentales, y ocasionan todo tipo de fenómenos sociales atípicos en etapas estables de lucha de clases. La huelga y movilización de la policía del Estado español es un claro ejemplo. Tanto la Guardia Nacional como la Guardia Civil se han sublevado ante el gobierno del “progresista” Zapatero “por la dignidad económica y profesional”, lo que en el fondo es una avanzada de la burguesía que pretende impulsar reformas en las fuerzas represivas, de modo de mejorar su capacidad represiva para la nueva etapa de mayores enfrentamientos de clase. Esa rebelión es un claro síntoma de polarización a la derecha de la situación política, como la gran huelga de trabajadores en Italia es una clara manifestación por izquierda. Con polarización hacia la derecha queremos decir que se expresa en el conflicto el interés de la burguesía, mientras que por izquierda que el interés expresado es el de la clase trabajadora. Otros elementos de polarización a la izquierda son la rebelión campesina en Colombia, la huelga de docentes en Francia, la huelga de docentes y ocupasiones de escuelas y universidades por estudiantes en toda Italia, la gran huelga que paralizó Grecia el lunes pasado, la huelga nacional de los docentes en Argentina en respuesta a la represión policial, etc. Tal como podemos ver el punto más débil del capitalismo imperialista se encuentra en Bolivia, donde la polarización de clase encuentra su punto más álgido, lo mismo que sus potencialidades revolucionarias, desctacándose de sobremanera en lo que hace a la lucha de los explotados a nivel mundial.



La rebelión mundial ante la crisis

En cada una de estas huelgas y movilizaciones se encuentra un factor común: se trata de la respuesta de la clase trabajadora del campo y la ciudad ante los intentos de las clases dominantes de hacerle pagar la crisis capitalista, una crisis de “su” modo de producción, a los trabajadores. Por su puesto, como de era de esperar, la clase trabajadora mundial ha comenzado a visualizar en mayor o menor medida que los “rescates” de los gobiernos capitalistas para “contener” la crisis son inservibles y están siendo realizados a costa de la explotación del trabajo ajeno, acumulado por miles de millones en los Estados de todo el mundo.

La recesión económica mundial ya es una realidad en donde cabalgan las contradicciones de clase, que irán profundizándose a medida que la crisis se generalice sobre las bases productivas de la sociedad y la clase obrera manifieste con más agudeza las tendencias a la lucha que ya ha empezado a mostrar.

En Paris la huelga llegó a los 100.000 manifestantes, mientras que en Italia se desencadenó una contundente huelga de 300.000 trabajadores y estudiantes que rebalsó las calles de las principales ciudades. En Grecia la huelga alcanzó a 2 millones de trabajadores, contra los planes de ajuste y privatización del gobierno, con miles movilizándose en Atenas y resistiendo la dura represión policial.


En Colombia, los campesinos vienen movilizándose y cortando rutas exigiendo el reparto de tierras y justicia para los miles de asesinados durante los últimos años por el gobierno de Uribe y su Estado terrorista. En los últimos 6 años más de 1000 campesinos fueron asesinados y más 50.000 desplazados de sus tierras ancestrales. En el departamento del Cauca la policía reprimió brutalmente asesinando a 2 campesinos y más de 70 heridos. En jueves último, esta rebelión campesina se sumaron los trabajadores estatales de todo el país sumando más de 500.000.


La única forma en que los trabajadoras podrán evitar que la crisis sea descargada sobre sus hombros, será valiéndose de su fuerza para avanzar en el derrocamiento del sistema capitalista que conduce inevitablemente a crisis sociales brutales, y en este mismo movimiento revolucionario sentar las bases de una nueva sociedad sin clases, la sociedad socialista.

jueves, 2 de octubre de 2008

Cristina Kirchner: de rodillas ante el capitalismo en crisis

2 de septiembre

El festejo de Cristina junto a la burguesía industrial

El martes 2 de septiembre , día en que la burguesía industrial festeja su día, el gobierno de Cristina Kirchner anunció el pago de la deuda de más de 6.000 millones de dólares al Club de París. Esta noticia trajo gran revuelo entre la burguesía financiera e industrial, local e internacional; es decir, en el conjunto de la clase dominante. Es que como afirmó el presidente de la Unión Industrial Argentina, Lascurian, “va a tener una repercusión positiva local e internacionalmente. Imagino que a los acreedores les va a caer bien. Va a dar la posibilidad de descomprimir la situación y a las empresas de mejorar su financiamiento". En estas palabras Lascurian expresa algo que tiene muy claro: que para que la burguesía local “funcione” necesita de capitales extranjeros que alimenten su crecimiento, es decir, que el capital local está atado estructuralmente al desarrollo de la economía del mundial, del mercado de capitales del mundo entero. Con la entrada de la crisis ya afectando oficialmente a Europa, los países imperialistas de éste continente incrementaron la presión sobre sus semi-colonias –como la Argentina-, frenando la entrada de capitales hacia el país. Para su ingreso requerían un desembolso importante.
Esta es una de las tantas vías por las que se expresa la crisis en curso. Su funcionamiento general consiste en patear para adelante el estallido de las contradicciones, descargando pérdidas por todos lados. Esto, por su puesto, implica una gigantesca destrucción de fuerzas productivas que la burguesía contiene mediante su socialización permanente. Al no poder contener la caída inevitable de la tasa de ganancia, la burguesía comienza a aumentar los precios de todo.
Esta suba general del precio de las mercancías afecta de forma desigual a las distintas clases. Los grandes capitales imperialistas descargan sus “pérdidas” sobre los trabajadores y las burguesías dependientes de sus países semi-coloniales. Mientras que las burguesía nativas de un país como Argentina no tiene más que descargarla sobre los trabajadores y la pequeña burguesía. Esta transferencia, acelerada desde principio de 2008, en el mediado plazo causará una contracción del consumo que empezará en primer lugares por los trabajadores y en segundo con el quiebre de capitales pequeños y mediados que fundirán o serán comprados por capitales mayores. Mediante las crisis aumenta la concentración del capital y por lo tanto, la expropiación masiva del salario de los trabajadores, lo que se traduce en crisis social que puede devenir en una crisis política.
La última gran crisis fue durante el 2001-2002 y llegó poner en desequilibrio las instituciones políticas del Estado, a la democracia burguesa. La diferencia con la crisis de los 70´ es que mientras ésta puso en cuestión el régimen de producción económica, la que derrumbó a De la Rua y varios presidentes más tuvo un límite en la crítica a la forma del Estado y la política de contenido abiertamente “neoliberal”.


14 de septiembre
Tiembla Wall Street…

Los días pasaron y el intento de dar confianza a los buitres financieros no se hizo sentir… de hecho la Bolsa de Buenas Aires sufrió importantes caídas, recuperándose días después levemente. Pero la calma no duró mucho porque el 14 de septiembre una los más grandes bancos de inversión de Estados Unidos, el Lehman Brothers anunció su quiebra, lo que puso al mercado financiero mundial al borde del precipio, mostrando una de las caídas de las bolsas de valores del mundo más grande de la historia. El pánico se apoderó de los financistas y las pérdidas de capital contaron en miles de millones de dólares. En fantasma de la crisis de 1929, el crack y la profunda y ya casi inevitable recesión económica cada día se vuelve más real. Y la Bolsa de Buenos Aires, pese a las buenas intenciones de Cristina Kirchner de arrodillarse ante el capital financiero pagando puntualmente sus deudas, cayó como si fuese un apéndice del sistema financiero mundial. Es que, de hecho, sí lo es, y cada día que pasa queda más demostrado mostrando su volatilidad a los vaivenes descontrolados de la crisis económica internacional.
Pero es que Cristina no ha aprendido la lección y más allá de que los financistas no otorguen confianza al mercado de valores argentino, les vuelve a dar fantásticos anuncios de desenvolvimiento de dinero. Sí, es que si pagando al Club de París no alcanza para asegurar la entrada de créditos en nuestro país, el gobierno anunció que re-abrirá el canje de deuda para los bonistas que no entraron en el año 2005. ¿Qué significa esto? Que el gobierno pretende pagarle en capital “fresco” –no en bonos de deuda” a los capitalitas de Wall Street que vienen de pérdidas millonarias en las últimas semanas. Es decir, que el capital financiero internacional además de pretender que el Estado norteamericano nacionalice sus acciones “basuras”, de modo que sus pérdidas las pague la población trabajadora norteamericana, también busca socializar sus pérdidas apretando a los Estados semi-coloniales como el argentino para que envíen fondos para paliar la crisis.
Con esta política de falso “desendeudamiento”, el Estado argentino está funcionando como contenedor de la crisis que sufren los grandes bancos yanquis, en desmedro de los trabajadores argentinos que son los principales contribuyentes de las arcas nacionales mediante el impuesto al consumo (IVA). De este modo, vemos como el pago de deuda funciona como un mecanismo de explotación capitalista a escala internacional que posibilita la transferencia indirecta de capital desde el bolsillo de la clase trabajadora a los grandes capitalistas bancarios.
Pero todo este servilismo ante el imperialismo norteamericano es revestido por la presidenta por un discurso de falsa barricada, donde crítica a los Estados Unidos por imponer la ideología del libre mercado pero hoy, frente a la crisis, utiliza al Estado para contenerla y equilibrarla. En realidad, ella está haciendo lo mismo “redistribuyendo” la riqueza hacia los buitres financieros, intentando darle solvencia a ese mismo “modelo” que ella misma se encargó de decir que se estaba derrumbando.



29 de septiembre
Wall Street al borde del precipicio

Luego de la quiebre del Lehman Brothers, ante el pánico abrumador entre los financistas de Wall Street, el presidente Bush anunció un “plan de salvataje” del sistema financiero. La razón que alegó en cadena nacional fue que si no se hacía se estaría poniendo en un verdadero peligro el conjunto de la economía, y afectaría a los 300.000 millones de estadounidenses. Su idea consiste en gastar 700.000 millones de dólares en la compra de acciones “tóxicas”, totalmente devaluadas por carecer de respaldo económico real. Es decir, utilizar la plata recaudada en base el cobro de impuestos principalmente a la población norteamericana, lo que significaría socializar las multimillonarias pérdidas de los capitalistas hacia el conjunto del pueblo. En otras palabras, tal como denunció Michael Moore, asistimos a un intento de golpe económico por parte del capital financiero. Sin embrago, los mercados no mostraron gran confianza en este rescate y las bolsas siguieron bajando día a día, mientras Bush impulsaba un “gran acuerdo nacional” basado en un acuerdo entre su Partido Republicano y el Partido Demócrata, en los cuales fue encontrando creciente oposición, especialmente en la fracción ultraliberal de su propio partido que es reacia a la “intervención” estatal en la economía. Su objetivo: que el Congreso apruebe esta mega-compra de capitales basura cuanto antes, buscando evitar un colapso mayor.
Pero el colapso llegó el 29 de septiembre, cuando el Congreso sesionó y la mayoría de los representantes votó en contra, produciendo una de las peores caídas de Wall Street de la historia, derrumbando de forma estrepitosa todas las bolsas del mundo. En el diario Clarín, el enviado especial en Estados Unidos señalaba lo que es inocultable: “Pero sucedió lo que la mayoría de la gente sin voz en este país sí sabía. El plan es rechazado por la mayoría de la población de una u otra manera y los representantes reflejaron eso.”
La Bolsa de Buenos cayó casi el 9%. En medio de esta hecatombe Inglaterra nacionalizó dos de sus bancos más importantes, la Bolsa de San Pablo cerró antes para evitar seguir acumulando pérdidas, que ya alcanzaban el 10%. Así, la actual crisis del capitalismo se transformaba crecientemente en global y varios mitos sobre las panaceas de la globalización, las maravillas del libre mercado, la famosa teoría del “desacople” formulada por nuestra presidente se pinchaban al ritmo en que la burbuja especulativa lo hacía.


2 de octubre
Wall Street u orquestando el golpe financiero

Pero la burbuja sigue pinchándose. Es que todavía, los miembros del Congreso no se ponen de acuerdo para aprobar este salvataje y sólo han conseguido, ayer por la noche del miércoles, aprobar esta mega-compra en el Senado; aunque la parte más difícil aún no ha llegado: mañana viernes volverá a sesionar la Cámara de Representes, que ya votó la primera vez en contra, para intentar aprobar el salvataje. Mientras tanto, según podemos observar, hoy jueves las bolsas de todo el mundo muestran caídas importantes, reflejando la desconfianza de los inversores que, aunque el plan de rescate sea aprobado, ya saben que será insuficiente para descomprimir y dar por terminada la crisis que, a la vista de todos, ya se ha trasladado a la economía real de gran parte del mundo. Estos bruscos coletazos confirman algo que se venía anunciando y es que la entrada a un período de recesión de la economía mundial es casi inevitable.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Inflación: el agujero negro de la economía K


En las últimas semanas ha comenzado el 2º capítulo de la crisis económica en nuestro país. El 1ª capítulo comenzó el 11 de marzo con la aplicación de las retenciones móviles y el consecuente lock out de los empresarios del campo; teniendo su cierre con la anulación de la resolución 125. Del conjunto de relaciones económicas y sociales, la crisis estalló por la apropiación de la renta agraria producida por los obreros rurales a los distintos empresarios del campo (pools de siembra, medianos productores, grandes terratenientes, exportadoras de granos). La pelea por una parte de la renta agraria terminó dejando el esquema de retenciones tal como estaba el 11 de marzo. Es decir, el gobierno de los Kirchner tuvo que ceder, viéndose fuertemente debilitado y derrotado ante la viste de la población.


El vencedor fue el “campo”: un conjunto de dueños de la tierra y los medios de producción agrícola. Es decir, una parte de la clase dominante, una fracción de quienes poseen la propiedad de los medios que la sociedad necesita para reproducirse día a día. En la arena política, este triunfo de los patrones del campo se expresó como la ofensiva de la oposición de derecha al gobierno K. Pero al mismo tiempo le ha servido al gobierno para “excusarse” ante sus aliados más a su izquierda: desde Moyano (que ha comenzado a sentir la presión de las bases obreras ante la inflación creciente), hasta la base kirchnerista en los sectores medios que empieza a preguntarse si el gobierno K es realmente “nacional y popular” o al menos puede llegar a serlo. Esta semana, el “campo” volvió a la protesta contra el gobierno pasando directamente a la ofensiva. En lugar de resistir el quite de una parte de sus ganancias extraordinarias, el vocero populista de los pools de siembra, Alfedro de Angeli, salió a pedir una baja de las retenciones del 35% al 20%.



La alianza política K tiembla


Otro frente de batalla que ha comenzado a tomar forma es el de la Unión Industrial Argentina y el capital financiero internacional y local. Ambos sectores vienen levantando como bandera el “sinceramiento” de la inflación real. Mientras el INDEC intervenido por Guillermo Moreno marcó sólo una inflación del 0,4% anual, todas las estadísticas extra oficiales dan números entre el 25% y el 30%. Consiguiendo este “sinceramiento” la UIA tendría una “razón” para aumentar los precios de venta; al mismo tiempo le servirá para justificar un nuevo techo en los aumentos salariales, un “costo” para ellos, los patrones.

Al capital financiero le sirve para aumentar el valor de los bonos argentinos en su poder, que casi la mitad del total está atado el índice inflacionario.

Ambas fracciones del capital –industrial y financiero-, hasta ayer beneficiarios del modelo económico K, hoy empiezan a tomar distancia y ha ejercer presión para hacerle algunos retoques al rumbo de la economía. De esta forma vemos temblar, por primera vez como expresión de la crisis, la principal alianza de gobierno: burguesía industrial-burocracia sindical-gobierno K.

Este quiebre con respecto a cómo continuar el rumo de la economía refleja las contradicciones que están haciendo eclosión en la crisis económica en Estados Unidos y los efectos cada vez más profundos sobre el conjunto de la economía mundial. Los insumos de importación para la producción local vienen aumentando y erosionando las mega-ganancias empresariales –que aún se mantienen en crecimiento-, pero que ya en el mes de Julio muestra una desaceleración en el crecimiento a un nivel anual del 6,5%, muy por debajo de las fantásticas tasas chinas del 8 o 9% en los mejores momentos del modelo K. Esto genera que sectores muy dependientes de insumos de importación comiencen a exigir con fuerza otro tipo de cambio monetario; devaluando el peso aún más con respecto al dólar de forma de hacerlo más competitivo.


La CGT dirigida por Hugo Moyano también comienza a plantear más exigencias, a las que el gobierno viene respondiendo a unas y a otras no. Respondió otorgando un aumento del salario mínimo a $1240, aproximadamente 3 veces menos de lo que hoy cuesta la canasta familiar de un trabajador. Por otro lado, y a la vista de que este aumento es insuficiente para contener el descontento de las bases obreras, también exige el aumento a las asignaciones familiares y la quita de una parte del impuesto a las ganancias al salario. Aduciendo problemas fiscales, el gobierno puso un límite a estas demandas.

Pero el gobierno también tiene otra presión, que viene de la mano de Barrionuevo y su nueva CGT disidente, la Azul y Blanca, que elevó la apuesta exigiendo la inmediata re-apertura de paritarias y un aumento del salario mínimo de $1500. Eso no significa que Barrionuevo este preocupado por el bolsillo de los trabajadores, ni que sea más combativo, sino que por medio de esta presión busca erosionar el ya debilitado poder de Cristina Kirchner y su alianza con Moyano. Una alianza fundamental del modelo K. Al igual que De Mendiguren en la UIA y Barrionuevo en la CGT, expresan dos pilares fundamentales del esquema político centrado en la figura de Eduardo Duhalde, que reúne al peronismo disidente de la conducción kirchnerista del PJ. En este bloque se encuentra el frente político patronal de oposición más sólido al gobierno nacional, y uno de los impulsores más fuertes del lock out agrario.


El Estado… más presente que nunca


Entre el conflicto entre el gobierno y el campo, los empresarios agrarios se levantaron para defender sus extraordinarias ganancias frente a un Estado que pretendía apropiárselas para equilibrar el nivel de ganancias hacia otros sectores de la clase dominante.

Con esta protesta, la “derecha liberal” entonó todos los campos habidos y por haber contra la intervención del Estado en la economía. Como en la década del 90´, toda la fraseología liberal y el griterío sobre “las grandes oportunidades de negocios” salieron a la luz inundando los medios masivos de comunicación.

Sin embargo, toda esta cháchara contra la intervención estatal se evapora cuando en lugar de “intervenir en su contra”, el Estado interviene a su favor. Dos hechos son demostrativos de la intervención estatal a favor de los intereses de los capitalistas, ya sean los burgueses “nacionales y populares” o los financistas de Wall Street.


1º Intervención

La primera intervención fue la inyección de 1.000 millones de pesos el día lunes 11/8 para comprar bonos de la deuda del Estado argentino para contrarestar la caída de su valor durante la semana anterior, con bajas fuertes en los bonos de la deuda pública. Como titularon el conjunto de los diarios de la burguesía, Cristina hacía esto para “evitar un lunes negro”. Pero el lunes negro llegó, y las acciones cayeron más. Es que para estos sectores, el dato de la inflación del Indec del mes de Julio fue indeseable, sólo del 0,4%. El descontento con esta información oficial generó una venta por parte de accionistas de bonos argentinos, bajando aún más su valor. Aunque durante la semana recuperaron su valor, el día jueves Wall Street advirtió sobre el riesgo de default, lo que significaría que bajo el ritmo actual de la economía, Argentina ya no sería “solvente”, puesto que sin acciones no valdrían nada. Con estas advertencias, el capital financiero internacional le esta diciendo al gobierno que “sincere” el Indec, que libere las tarifas de la empresas extranjeras (petróleo, luz, gas, teléfonos, etc.). Es decir, que intervenga en la economía y no que simplemente “libere” el mercado. Una fracción del capital le está pidiendo a su propio Estado que represente de forma más fiel sus intereses. El gobierno intentó hacer eso el lunes 11/8 y no le fue muy bien, de ahí que se desplomen las acciones.

Esta intervención estatal, aunque insatisfactoria para el sector financiero, muestra que cuando es necesario el gobierno distribuye la riqueza producida socialmente, pero no hacia los trabajadores, sino para nivelar la tasa de ganancia hacia uno u otro lado de las distintas fracciones capitalistas.


Pero en una situación de crisis como la que esta en proceso, la administración que ejerce el Estado sobre la economía tiembla y entra en contradicciones cada vez más difíciles de resolver. En realidad es la dinámica económica la que exacerba sus contradicciones, mediatizándolas por medio del aparto estatal como su herramienta predilecta. Durante un período “normal” de acumulación de capital, esta herramienta es funcional al conjunto[1] de la clase dominante. Pero cuando la crisis comienza a emerger drásticamente, la herramienta y su funcionamiento empieza a ser objeto de disputa.


2ª Intervención

Otra intervención del Estado, silenciada por los medios de comunicación de la burguesía, es la brutal militarización de las fábrica de neumáticos Fate. En este caso el gobierno defiende el interés de una parte de la burguesía industrial, uno de los pilares del crecimiento económico K. Los más de 200 agentes de infantería que tomaron la planta fueron en respuesta a un paro decretado por los trabajadores exigiendo las re-incorporación de más de 150 despedidos de las 3 fábricas y un aumento salarial del 35%. Una verdadera “distribución” de represión del gobierno “nacional y popular” sobre los trabajadores en lucha. Este silenciamiento generalizado sobre la lucha obrera del neumático se debe a que es un ejemplo “maldito” para la burguesía: los obreros de zona norte se encuentran en el corazón del capitalismo nativo, epicentro del poder económico local. Fue sobre estas mismas fábricas que los obreros revolucionarios de la década del 70´ construyeron las grandes Coordinadores Interfabriles que pusieron en cuestión el sistema de explotación capitalista en nuestro país. El sólo recuerdo de esta situación tan lejana hoy es el que lleva al Estado a reprimir con dureza estas luchas obreras y las que se vislumbran venir.


Entonces, más allá de las antinomias formalistas de quienes o exaltan “el derecho del Estado a la intervención en el proceso económico”, como quienes atacan toda intervención estatal, podemos ver que su acción u omisión ejerce una función de mediación sobre las relaciones económicas: articula el proceso de acumulación general. Su función social, entonces, está dirigida a beneficiar el funcionamiento de “este” proceso económico, capitalista, basado en la propiedad privada de los medios de producción. El Estado interviene o no representando un interés de clase. A partir de determinar este interés podemos definir el sentido politico que expresa tal o cual intervención.

La intervención del Estado sobre los bonos es claramente a favor de los capitales financieros, demostrando que los más de 50.000 millones de dólares en reservas son para solventar los costos de la crisis económica en gestación. La otra intervención, la militarización de Fate y las fábricas del neumático busca asegurar los despidos de la patronal y darles confianza a los empresarios de que este gobierno va a defender con represión si es necesario las luchas que busquen romper el miserable techo salarial. Una respuesta muy poco “popular” para un gobierno que se dice defensor de los derechos humanos.

Por supuesto, este tipo de intervenciones son muy comunes y constituyen una de las razones fundamentales de la existencia del Estado. En la medida en que los capitalistas no pueden mantener estable y en orden la sociedad de la que son sus dueños, cuando su consenso para dominar de forma pacífica se quiebra, utilizan las fuerzas represivas hasta donde sea necesario. Bajo el actual gobierno “de los derechos humanos” ya hemos visto decenas de casos de represión directa sobre las luchas de los trabajadores y sectores populares. Desde la tremenda represión a los petroleros de las Heras, las militarización de las escuelas en Santa Cruz, el asesinato de Carlos Fuentealba, las continuas represiones en el Casino, la reciente a los obreros de Mafissa, a los desocupados en Plaza de Mayo en pleno conflicto con el campo, por nombrar sólo unos pocos ejemplos. Cuando la lucha de clases comienza a tensarse, se agudiza el costado represivo del Estado, y tiende a manifestarse sin ningún tipo de máscara “nacional y popular”.



Independencia política y estrategia de clase


La crisis iniciada en el 1º semestre del año abrió algunos debates centrales en la izquierda. El más importante y que generó una división dentro de sus filas fue el de qué posición había que tomar en el conflicto. Una podía ser apoyar al gobierno, otra apoyar al campo y otra ni a uno ni a otro, apoyando, en cambio, la lucha de los trabajadores. Es lo que muchos llamaron una “3ª posición”.

Esta 3ª posición se fundamenta en que una estrategia política socialista, de la clase trabajadora, no puede contener alianzas con ninguna fracción de la burguesía, sea esta industrial, financiera, agrícola… o “nacional”. Para construir de forma coherente un proyecto socialista, los trabajadores necesitamos mantenernos independientes de nuestros patrones. Pues precisamente, nuestros intereses (inmediatos, como el salario, pero también a largo plazo, como la lucha por el socialismo) son antagónicos, irreconciliables con los intereses de ellos, los dueños de la tierra y de las empresas. Una transformación profunda de la sociedad capitalista requiere que tanto la tierra y el conjunto de los medios de producción pasen a manos de quienes son sus trabajadores, los verdaderos productores de la sociedad.

Este traspaso del poder económico de una clase -la burguesa- a otra –la trabajadora- no es posible de realizar sino es por medio de una revolución social; es decir, por medio de la organización y movilización de los trabajadores de forma autónoma, en aposición a los patrones, la burocracia sindical y los políticos burgueses (PJ; UCR, Coalición Cívica, PRO).

Otro de los debates que se dio al interior de la izquierda, pero este ya dentro de quienes se reivindicaron independientes tanto de la patronal sojera como del gobierno nacional, fue si apoyar o no la aplicación de las retenciones móviles. Gran parte de la izquierda independiente se volcó a apoyarlas exigiendo su generalización hacia otras esferas de la actividad económica, levantando como programa político las banderas de la “distribución de la riqueza”. Bajo estas exigencias se deja delinear toda una concepción del Estado y por consiguiente un programa política y su forma de llevarlo a cabo.

Esta concepción del Estado lo concibe más que como representante de los intereses de la clase dominante, como la expresión de las contradicciones de la sociedad civil –incluyendo a todas sus clases. Con eso pretenden significar que el Estado es un “campo en disputa” entre las clases sociales que, según la correlación de fuerzas que estas hallan acumulado, será la política que desde el Estado se lleve adelante. Razonan de esta manera: “cuando más poder organizativo tiene el pueblo, más permeable y receptivo se hace el Estado a sus intereses”. Esto es cierto a la mitad, es decir, que es falso; puesto que en su función social específica el Estado es una organización creada y sostenida para asegurar la dominación de una clase sobre la otra; pero también para contener la lucha de los trabajadores es capaz de realizar concesiones.

Con esta idea del Estado como “lugar de disputa” se enlaza, como señalamos antes, un programa político y económico determinado, basado en el fortalecimiento de la intervención del Estado en el proceso económico, reformas sociales como estatización de empresas estratégicas, mejoras en educación y salud… es decir, reformas al sistema de explotación capitalista irrealizables desde esta estrategia de “llegar al Estado” para disputarlo desde adentro. Esta estrategia ya está mostrando su fracaso tanto en Venezuela donde Chávez lleva 10 años desarrollando un capitalismo pujante basado en la poderosa renta petrolera; como también en Bolivia que, por más apoyo de masas que tenga Evo Morales, no ha atentado ni un centímetro el capitalismo boliviano y ahora, en lugar de avanzar nacionalizando los recursos naturales y expropiando a la oligarquía la convoca al diálogo y la reconciliación.

La única manera de expropiar las palancas fundamentales de la economía, terminar con la pobreza, el hambre, la desocupación, la represión, la impunidad y la dominación imperialista no es por medio de algunos retoques al capitalismo sino por medio da una Revolución Socialista.



[1] El único sector que no creció en el período 2001-2007 fue el de la pesca, que bajo su producción un 58%. El resto de los sectores vieron incrementadas su producción alrededor del 50% en sólo 6 años, y sus ganancias arriba del 130%. Claudio Lozano. Los ganadores de la etapa de crecimiento y desigualdad: un análisis sectorial. Junio de 2008. Pág. 4.

jueves, 31 de julio de 2008

Del conflicto agrario a la lucha de los trabajadores

Ni con el campo, ni con el gobierno.
Con los trabajadores cordobeses y los obreros del neumático



Con el conflicto entre las patronales agrarias y el gobierno nacional se abre una nueva etapa política en la Argentina signada por algunos elementos centrales: el principio del fin del ciclo económico iniciado en 2002 con la devaluación de la moneda y la entrada a un nuevo ciclo de alza de la lucha de clases.


1. El fracaso del capitalismo “nacional y popular”

Con éste conflicto se expresó algo que muchos querían que no se exprese: que el programa económico del kirchnerismo, el modelo “nacional y popular” no ha sido ni la sombra de lo que dice ser. No ha sido un proyecto “nacional” porque en más de 5 años no sólo no se ha desprendido el país del yugo del imperialismo sino que ha profundizado su dependencia. Desde la energía, las fábricas como la tierra han pasado de forma creciente a manos de capitales extranjeros, reforzando el dominio político de los países centrales sobre el proceso económico local. Más allá de la apariencia de independencia política del Estado de los Kirchner, el poder económico mundial se ha visto fortalecido sobre el ya debilitado de las burguesías locales –parasitarias del capital internacional- como sobre el conjunto de los trabajadores, que han visto elevada su explotación a niveles extraordinarios.

Tampoco este gobierno ha sido “popular” en sus políticas. ¿Y cómo iba a serlo si todo su programa económico se apoya sobre la devaluación del salario real en 2002, una de las expropiaciones más brutales al salario desde principios de los 90´?. La participación de los trabajadores en la riqueza producida por ellos mismos ha bajado del 25% en el 2001 al 19% en 2008.[1] Es decir, que el crecimiento en la acumulación de capital no redundó en un incremento de la remuneración salarial, sino en un aumento de la explotación de la fuerza de trabajo a niveles de los más bajos de la historia. Todo esto a pesar de que el ciclo de re-activación económica generó un crecimiento del empleo incorporando a más de 3.000.000 trabajadores al mundo del trabajo. Pero como señala Claudio Lozano, el crecimiento del empleo no redundó en una baja de la pobreza, la precarización del trabajo, la mejora de las condiciones laborales, la exclusión y la superexplotación; sino en un aumento de la explotación, aumentando la productividad del trabajo en beneficio de los capitalistas. Por más que el salario nominal haya aumentado desde el 2003 hasta el último aumento que acaba de realizar el gobierno elevando el salario mínimo a $1240, el salario real sólo obtuvo una suba hasta principios del 2006. Pero en términos relativos –en relación a la tasa de ganancia-, el salario bajó, producto de los estrepitosos incrementos de la extracción de plusvalor que trajo la devaluación, en sintonía con la suba de los precios de mercancías en el mercado internacional, generando que se pague salarios en pesos y se venda en dólares. Actualmente la canasta básica de una familia argentina trabajadora ronda los $3.500, mientras que según el gobierno, la Unión Industrial Argentina y la burocracia sindical es de $1240.

Esta desigualdad fenomenal la podemos ver claramente en la Industria Manufacturera, que encabeza los índices de crecimiento del empleo con un 23%, la producción aumentó un 68,5% su actividad, un 191% sus ganancias y disminuyó un 38% la participación de los trabajadores en la riqueza producida. En el resto de las ramas de la producción económica se repite el mismo fenómeno: aumento extraordinario de las ganancias de los capitalistas y una persistente caída de valor en el salario de los trabajadores. Este es el resultado del capitalismo “nacional y popular” de la era Kirchner.


2. Tendencia hacia el cambio de la polarización política

Otro elemento a destacar por su centralidad para abordar la nueva etapa abierta con el conflicto entre el gobierno y el campo es que expresa la entrada a una nueva alza de la lucha de clases. Como sucede en muchos casos, esta alza tuvo como primer capítulo una polarización hacia la derecha, aglutinando en oposición al gobierno un polo capitalista. El aumento subterráneo de la tensión de clases se expresó como lucha inter-burguesa pero, con el voto de Cobos en el Senado contra las retenciones móviles y la claudicación del gobierno de los Kirchner ante las patronales agrarias cerró este primer capítulo y ha comenzado a dar lugar a que la tensión social se exprese más cabalmente sobre su contradicción central: como lucha de clases.

Dos hechos actuales dan razón a esta afirmación. La gran movilización de más 20.000 trabajadores estatales cordobeses contra el ajuste a las jubilaciones del gobierno de Schiaretti y la huelga de los trabajadores del neumático de las fábricas FATE, Pirelli y Firestone por aumento salarial y contra los 160 despidos. Decíamos que muestra una nueva tendencia porque es la primera respuesta de la clase trabajadora a los planes de ajuste de las distintas fracciones burguesas a la crisis económica en gestación.

El gobierno de Schiaretti de la mano del “democrático” parlamento cordobés aprobó una reforma del régimen jubilatorio que significa un ajuste al bolsillo de los jubilados. Con este dinero pretende paliar la crisis financiera del Estado provincial, agrava por el conflicto con el campo –por la baja en la actividad económica- y la baja del envío de fondos del Estado nacional –como “castigo” a Schiaretti por apoyar el lock out del “campo”. De esta manera actúa uno de los más acérrimos defensores de la Mesa de Enlace agropecuaria y de la rentabilidad extraordinaria de los patrones del campo: contra el bolsillo de los trabajadores. Mientras que defiende la rentabilidad capitalista, ataca el salario de los trabajadores.

Del otro lado, el de los industriales aliados al gobierno nacional, que se mostraron a favor del régimen de retenciones móviles –puesto que ese dinero se traduciría en subsidios para ellos-, también se constata esta ofensiva sobre el bolsillo obrero. Los capitalistas de FATE, Pirelli y Firestone, las fábricas de neumáticos más grandes del país- vienen coordinando sus esfuerzos para poner un techo salarial que no entorpezca sus fabulosas ganancias. Pero sus trabajadores no están dispuestos a seguir ganando miserias y han empezado, centralmente en FATE, un proceso de organización democrática, profundamente antiburocrática y crecientemente anti-patronal. Es a través de la combinación de la Asamblea, el Cuerpo de Delegados y la coordinación entre las fábricas que vienen de realizar un paro contra los despidos, piquetes, cortes en la ruta Panamericana y distintas movilizaciones hacia el centro de la Capital. Y a través de esta unidad gestada desde las bases que lograron que el miércoles el Ministerio de Trabajo dictara la conciliación obligatoria y obligara a las empresas a que reincorpore a los todos despedidos. Como los patrones se negaron, los trabajadores decidieron entrar a trabajar –incluidos los despedidos-.

Con esas dos acciones vemos como muy distintos sectores de trabajadores no concilian sus intereses ni con la patronal industrial del gobierno kirchnerista ni con el gobernador cordobés amigo de las patronales agrarias. Ni un unos ni en otros han mostrado confianza ambas movilizaciones obreras y con su lucha muestran que es posible una “tercera posición”, de clase, independiente de cualquier variante burguesa.


[1] Claudio Lozano. Los ganadores de la etapa de crecimiento y desigualdad: un análisis sectorial. Junio de 2008. “El nivel de producción global se incrementó en un 52,4%, mientras los precios lo hicieron un 135,5% y la participación del ingreso de los ocupados en el PBI descendió un 23,7% (pasó de representar el 25,4% en el 2001 al 19,4% en el 2007). Es decir que el contenido de la reactivación económica revela una mayor desigualdad en el reparto de los ingresos.” Pág.2.